Tanto para decir, mostrar y visibilizar al respecto. La mayor parte de mis consultantes son mujeres cis en periodo perinatal en relaciones heterosexuales con varones cis tb. El tema es recurrente. Una de las dos partes (por lo que general la parte she) experimenta una notoria baja o falta de deseo sexual durante el puerperio. Por lo general esto viene acompañado de culpa, angustia y miedos. Además de presiones, exigencias, desentendimiento y hasta hostigamiento por parte del otro lado. Es que a nosotras poco nos han enseñado del placer.

Cuánto nos queda aún por desarmar de estas tramas relacionales, cuánto nos falta aprender para decir “no quiero, así no quiero”, sin sentir que estamos en falta. Cuánto mandato tenemos metido hasta los tuétanos que seguimos pensando (porque además nos lo siguen diciendo) que estamos mal, enfermas, que no tener ganas es síntoma de que algo anda mal en la pareja, o en nosotras (siempre en nosotras). Es que poco nos han enseñado a registrar nuestros límites. Si nuestros cuerpos están para otro, para la satisfacción de un otro. Y la amenaza (que no hace falta que la pronuncien en voz alta, ya nos lo decimos nosotras mismas solitas nomas, así funcionan los mandatos y los miedos que los sostienen) “si no lo satisfago se va a buscar otra” (que además seguro es más joven y está divina, no como yo despeinada y con olor a vomito de bebe).

Pasa que entre todo lo que nos atraviesa en esta etapa de la vida, las ganas de coger muchas veces quedan en último lugar. La crisis vital que experimentamos con cada maternidad (y ahora quien soy? ¿y este ser prendido a mi teta? ¿qué quiero? ¿qué me gusta? ¿quién era yo antes?). 

El cuerpo, en el mejor de los casos dolido de cansancio y pezones rotos (en la mayoría de los casos cortado con episiotomías, cesáreas y mucho mas), la falta de sueño, de intimidad (intimidad íntima con una misma digo), la prolactina por las nubes (sequedad vaginal), a veces otres niñes que también necesitan cuerpo presente y piden (obvio, porque son niñes). Mas toda la carga mental (que no se interrumpe con la maternidad, sino que crece y se multiplica con cada niñe) de ser la mayoría de las veces las sostenedoras y organizadoras de las tareas de cuidado de un hogar. ¿Y la economía? ¿y las profesiones? ¿y nuestros deseos? ¿y en qué momento me doy un baño?…

Y en el medio de toda esta maraña de cosas…

El…

Quiere coger. ¿Y si no tengo ganas? “va a estar re malhumorado todo el día” “no me va a decir nada pero va a clavar carita” “prefiero coger sin ganas antes de bancarme los reclamos”. Sí, hemos cogido sin ganas más de una vez, por miedo, por vergüenza, por mandato. Es que poco nos han enseñado de consentimiento. 

Lo que por lo general necesitamos, es contención, sostén, apoyo (no que me la apoyes). De verdad y sinceramente un abrazo, un “te paso el agua” un “anda a dormir que yo me encargo” “la cena la resuelvo yo, anda tranquila al baño”,” lee tranquila que miro el bebe y hago la tarea con el más grande mientras” “podés visitar a tu amiga que yo me encargo de todo y no te va a implicar un nivel tan grande de organización, que vas a terminar por no ir”. Un masajito por qué no, un mimo vacío de intenciones garcheriles, un “me hago cargo de que esto lo hicimos juntes y vos les pones el cuerpo de una manera que nunca voy a estar ni cerca de experimentar en mi vida”. O sea, algo para lo cual la mayoría no ha sido socializado, y que se llama real verdadera y sincera EMPATÍA.

Y ahora me suenan las voces de mis consultantes varones cis (un 4% de todas mis consultas, dato no menor). “Pero yo también tengo necesidades” ¿Y a mí quién me contiene?” “Yo también necesito mimos” “ahhh pero yo deje de ir a jugar al fútbol por 6 meses, también hago sacrificios” “solo mira al bebé, yo no existo” “¿y en qué momento toco la guitarra?”. 

Bueno, es que yo no digo que no tengan necesidades y deseos. Digo que, es hora de que los vayan dejando de priorizar siempre y todas las veces. Lo que implicaría un reconocimiento de sus tantísimos privilegios por un lado y la pérdida, reconfiguración o negociación de los mismos (cosa que hasta ahora, no veo que ninguno tenga de verdad intenciones de hacer). Para dar lugar al reconocimiento de la vulnerabilidad, marginación y explotación a las que las mujeres madres (y ni hablar de otras identidades) estamos (lamentablemente) habituadas.  

Ardua tarea la de intentar esto último. A nosotras nos toca conectar con nuestro placer, poder decir que NO quiero ahora, entender que está bien no querer (y querer también está bien) entender la magnitud de la experiencia que estamos vivenciando, dejar de maternar a estos chabones como si fueran nenes haciendo berrinche. 

Creo que en esa estamos, poniendo lo mejor de nosotras. Hablemos de lo que nos pasa, seamos sinceras con nosotras mismas y nuestras amigas, hermanas, vecinas,  dejemos de ser leales a los mandatos que tanto nos oprimen y nos abracemos mas. Por ahí (creo yo) está la salida. 

Por último aclaro que lo que expongo está basado en experiencias personales, y en las estadísticas que saco de mis consultantes, de mis amigas, de la verdulera, la chica que reparte los huevos de granja y el resto de las mujeres con las que charlo (es que siempre termino charlando de estas cosas) Entenderán entonces que mis datos implican límites y vienen sesgados. No por eso, son carentes de veracidad empírica.